El secreto del cometero

Don Mario no recuerda si tenía 13 o 14 años cuando hizo su primera cometa. Estaba de vacaciones en Palmira donde su tío el alfarero y un día se topó con alguien que elevaba algo hasta el cielo. Se sentó al lado de aquel hombre y observó cuidadosamente cada paso para la elaboración del prodigioso artefacto. Después de esa clase informal pudo construir su primera cometa, “de esas que llaman 'tajada', la que tiene solo dos varillas. Me tocó ponerle papel periódico porque no tenía del otro. Fue difícil elevarla, pero al final sí pude”, comenta mientras evoca lo que sucedió hace 64 años.

La rumba gay en lo que alguna vez fue un teatro

Al otro lado de las puertas habíamos cerca de 150 personas que esperábamos ingresar al lugar, aunque ya faltaba poco menos de una hora para que fuera media noche. El frío de la capital se intensificaba como de costumbre. Cédula en mano, bolsos abiertos y chaquetas fuera del cuerpo eran las condiciones para pasar el primer filtro.

¡Sácame de aquí!

Son las 7:40 p.m. del 17 de febrero. El tráfico está imposible y voy retrasada a cumplir mi cita con Andrea, una estudiante de Administración de Empresas de octavo semestre de una prestigiosa universidad de Cali, a quien en cuestión de 20 horas la vida le dio un giro para siempre.

La culpa fue de mi mamá

La inasistencia a clase el lunes de Pascua tiene una razón, justificada o no, pero tiene una razón. Como estudiantes o mas bien jóvenes, todo tiene trascendencia, la pereza, el frío, el sol, la lluvia, el si, el no, el despertador, el ruido, el MIO, el carro, la tarea, etc. Pero hay una excusa y en mi caso fue una enfermedad.